Conferencia: María y la Educación de los jóvenes de hoy

31 de agosto, 202414:45 - 15:30Auditorio
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No es posible iniciar esta reflexión sin hacer alusión al sueño de don Bosco, conocido como el ‘Sueño de los nueve años’ que enmarca la temática global de este congreso y es icono inspirador de la identidad y misión de toda la Familia carismática fundada por él. Particularmente se trata de una síntesis programática del método educativo salesiano: el ‘Sistema Preventivo’ que se transforma en método pedagógico y a la vez, espiritualidad pues es algo más que una técnica, es un estilo de vida, por eso Piera Cavaglia (fma) dirá que:

“El Sistema preventivo es vida, experiencia en la que [el/la educador/a] se encuentra inmersa, estilo de relaciones, maternidad educativa, en la lógica de una entrega revestida de cariño y de cuidado premuroso […] Su objetivo es orientar a las personas hacia la calidad de una vida cristiana comprometida y, como tal, abierta a la solidaridad social, según la clásica fórmula de don Bosco: ‘Buenos cristianos y honrados ciudadanos’”109.

Este método y espiritualidad preventiva, don Bosco lo ‘aprende’, es decir lo hace suyo, entrando en la escuela de María, la Madre y Maestra que el Señor Jesús le ofreció al inicio de su caminar. Muchas son las fuentes carismáticas que ponen en evidencia la inspiración mariana del ‘Sistema Preventivo’.110 En diversos libros, tanto de mariología como de espiritualidad mariana incluso no salesiana, se indica la figura de don Bosco como una ‘vita mariaforme’,111 es decir ‘una vida guiada por María’. 112 El mismo sueño conocido como ‘el sueño de los nueve años’ en realidad es un entramado de sucesivos sueños y visiones que unificaron toda su vida en torno a la Maestra que lo conduce al amor misericordioso y operativo de Cristo. A sí lo percibe el mismo don Bosco a fines de 1887 durante la celebración de la Eucaristía en ocasión de la consagración del templo del Sagrado Corazón en Roma.113 Sueño que se hizo muy frecuente el inicio de su vida, a los nueve o diez años; a los dieciséis, veintiuno y veintidós;114 así como en los años previos a la fundación de la Congregación Salesiana, cuando tenía veintinueve, treinta, treinta y uno, treinta y tres y a los cuarenta y uno,115 haciéndose cada vez más esporádicos116 pero a su vez adquiriendo una amplitud de perspectivas como es el caso del sueño misionero del 10 de abril de 1887.117 Don Aldo Giraldo afirma que don Bosco encontró en María todo lo que su espíritu joven deseaba y necesitaba para crecer: una fuente de vida, un modelo insuperable y la fuerza victoriosa de Cristo118 que lo condujo a ganarse la amistad de los jóvenes más empobrecidos y ‘ponerse a la cabeza’ de los mismos para guiarlos hacia Cristo la fuente de toda belleza, verdad y bondad, mediante la pedagogía del corazón; esa que solo una madre sabe inspirar. Por eso el estilo educativo Salesiano no puede no ser mariano, porque ella es la inspiradora de la metodología y de la espiritualidad que la sostiene. El educador y la educadora salesiana encuentra en ella “la síntesis concreta de los distintos componentes y la fuente vital de su dinamismo y de su fecundidad”.119

La educación es un proceso que pretende ‘sacar fuera’, en latín educere, es decir ‘hacer emerger’ lo más genuino y propio de cada persona, aquello que habita en lo profundo de su ser, su identidad. Desde la fe en Jesucristo, creemos que lo más genuino y propio de cada ser humano es su identidad creatural y su ser ‘hijos en el Hijo’ (cfr Ef 1,5; Gal 3,26). Lo que habita en lo más profundo es su filiación divina, su ser creado para estar en comunión con Dios y con toda su creación. Creemos que fuera de Dios no hay vida ni felicidad que perdure. Por eso la educación cristiana siempre es una participación en la larga gestación de los hijos de Dios. Por ende, la educación cristiana no es, sino una participación en la misión educativa de María que según san Juan está íntimamente ligada a su ‘maternidad espiritual’ hacia toda la humanidad. En el texto de Jn 19, 26-27 el Señor Jesús desde la cruz le dice a su Madre: “he ahí a tu hijo” y al discípulo amado “he ahí a tu madre”. Este no es el momento para detenernos en la exegesis de esta importantísima perícopa bíblica, pero si es oportuno recordar que estas palabras son ‘Palabras de Revelación’, tanto de la identidad de esta mujer, como de la identidad de los seguidores de Cristo. Es decir, es voluntad de Cristo que los discípulos de todos los tiempos participen de su filiación divina, participando también de la filiación mariana. En virtud del Espíritu de Cristo, María es por así decirlo, el útero materno del ‘carácter de miembro’ de la Familia de Dios. No meramente en un sentido platónico sino que, en la hora de la muerte de Cristo, ella fue de algún modo la vía de tránsito personal de la actio personalis ipsius Christi, por la cual él dio a la Iglesia su pneuma: fuerza operante y mediación que ‘hace emerger’ la identidad de ‘hijo en el Hijo’.120

En definitiva, María por voluntad de Cristo se transforma en madre de la nueva humanidad que nace por méritos de su sangre redentora. Por ende, en tanto madre no solo tiene una participación en la ‘generación’ de los hijos’ (cfr Ef 4,24) en hacer emerger la imagen de Cristo (cfr Gal 4,19) sino en todo el proceso vital y existencial de configuración con la identidad más profunda que todo ser humano lleva impreso en su ser: el Hijo eterno del Padre. María en tanto ‘Madre espiritual’, o ‘Madre en el Espíritu Santo’ se hace ‘educadora’, Maestra que colabora con el Espíritu del Señor para que crezca, según las leyes naturales por el Padre creada, la imagen de Cristo en cada ser humano.

Don Bosco en el así llamado ‘Sueño de los nueve años’ ha recibido una revelación privada del Señor en la cual Dios le ha permitido tener plena conciencia de esta identidad mariana en tanto Madre y Maestra, y ha sido invitado a entrar y participar en su escuela. Es decir, no solo a dejar que María siguiera educándolo, configurándolo con Cristo, sino a participar de su ‘ministerio’ en la Iglesia, el de la maternidad/paternidad que educa, especialmente aquellos hijos que el ‘mundo’ da por perdido. Nadie más que María sabe que el Espíritu de su Hijo sana los corazones y los conduce a fuentes de vida en abundancia (cfr Jn 10, 10).

Como hijos e hijas de don Bosco, los invito hacer un pequeño ejercicio: entrar en la escuela de María, para aprender de ella, de su trayectoria ¿cómo ser educadores salesianos hoy? ¿cómo educar a los jóvenes de hoy a la manera de María? Para ello, nos preguntaremos ¿quién es esta mujer? ¿cómo nos la presentan los Evangelios, cómo nos la presenta la Iglesia de los orígenes del cristianismo? Ya que en el fondo los Evangelios son memoria de la Iglesia naciente, que viene escrita para los creyentes de todos los tiempos. Nos preguntaremos ¿cómo la recuerda la Iglesia de la primera hora? Quién responde a dichas preguntas con mucha claridad es el evangelista san Lucas, en la primera parte de su Evangelio, la mal llamada teología de la infancia, pues es en realidad teología de la cruz, y así debería llamarse: theologia crucis. Todos sabemos que Lucas escribió los textos de la infancia de Jesús después de narrar la muerte y la resurrección de Cristo, ya que el origen de Jesucristo solo se comprende al final de su camino. Estos datos evangélicos, ubican a María dentro de la fe cristológica, no como su centro pero sí íntimamente conectada a él.

En el texto de Lc 1, 26-38,121 María es presentada de una manera convencional, pero a la vez, llama la atención el hecho que faltan datos convencionales. Se percibe que el narrador, intencionalmente reduce los datos dejando el personaje en buena condición para una creación narrativa, pues a menor dato convencional, mayor posibilidad tiene el autor para destacar los elementos que hacen a su esencia. Por ejemplo, en el texto no se menciona la casa paterna de María, ni su clan de pertenencia; la ciudad no es un dato de identificación sino situacional, “el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea llamada Nazaret”. Se trata de una presentación muy amplia, con pocos detalles. El narrador nos ofrece una foto en primer plano, pues le cortó todo el contexto. Nos gustaría que Lucas nos ofreciera más datos e información sobre la futura madre de Dios, pero el narrador nos ofrece los datos mínimos, pero a la vez esenciales, pues busca ayudar al lector a comprender la auténtica y profunda identidad de esta joven mujer. Podemos inferir que según san Lucas, la identidad de una persona, si bien está condicionada por los parámetros biológicos, culturales, sociales, es la dimensión espiritual y trascendente la que tiene un papel ‘determinante’ en la construcción de quién es realmente ese ser. En el caso concreto de María de Nazaret, según el evangelista, es el proceso de fe, es decir, el dinamismo de acogida y respuesta a Dios, él que fue configurando y dando consistencia a la identidad de esta joven, pues para el autor sagrado el rasgo principal y caracterizante de María es su fe activa y pasiva puesta de manifiesto particularmente en la bienaventuranza que recibió de su parienta Isabel (cfr Lc 1,45), a partir de la cual se construyó el primer título que la Iglesia le dio a María: la creyente.

“En el sexto mes, el ἄγγελος [mensajero-emisario de Dios] fue enviado a una aldea de Galilea llamada Nazaret y entró en lo de una παρθένον [joven] que estaba desposada con un hombre llamado José, que era descendiente de David; y el nombre de la virgen era María” (vv. 26-27).

María viene presentada en la historia humana con coordenadas cronológicas y geográficas bien precisas. El autor sagrado la ubica en un tiempo concreto, ‘en el sexto mes’ 122 y en un espacio determinado, ‘una aldea de Galilea llamada Nazaret’. Estos no son datos tan solo informativos sino teológicos: Dios se metió en la historia humana, se hizo uno como nosotros, naciendo de mujer (cfr Gal 4,4). María según el dato bíblico no es una semidiosa, una divinidad femenina. Se trata de una muchacha que está en la historia como lo estamos nosotros ahora. Su mundo es nuestro mundo, es el mundo del lector. María ya desde el ‘vamos’ aprendió del mismo mensajero de Dios que para hacer educere la identidad más profunda de una persona humana es necesario entrar en su historia concreta con sus luchas y vicisitudes. El anuncio que Dios le hace a María a través de su mensajero sucede de modo poco habitual para las expectativas religiosas del momento. Para comenzar, esta revelación de Dios no sucede en el templo, en el santuario, como sucedió con Zacarías, ni siquiera en Jerusalén, la ciudad santa (cfr Lc 1, 8-11), o al menos en la región de Judea, una región de gente bien conceptuada a nivel religioso. Dios acontece en un espacio periférico, semi pagano, donde habita gente que no es bien vista, que no tienen buena fama porque están en continuo contacto con los que piensan distintos y adoran a otros dioses (cfr Jn 7,41.52). Dios ofrece su buena noticia en la Galilea de los gentiles, en medio de un pueblo que camina en las tinieblas (cfr Mt 4, 12-16). El mensajero de Dios no fue enviado a una gran ciudad, a una metrópolis de aquel tiempo, fue enviado a un pequeño pueblito de Nazaret, que antes de este acontecimiento, no había sido mencionado ni una sola vez en los textos bíblicos (cfr Jn 1, 46).

Estos versículos nos ofrecen dos datos más sobre esta mujer, se trata de una joven virgen que estaba desposada, su nombre era María. Junto con su nombre el autor da la situación personal y existencial de esta persona. Los textos bíblicos que utilizamos suelen traducir el término griego παρθένον, por Virgen, y nosotros solemos hacer una interpretación restrictiva del término, reduciendo su significado al ámbito sexual. En cambio, el autor al decirnos que es una παρθένον, nos está comunicando que se trata de una joven, una persona que está viviendo el pasaje de la infancia a la vida adulta. Ya no es una niña, pero aún no es mujer, no está casada en sentido estricto, pues no conoce varón; es una joven que está a la espera de su boda, si bien está comprometida con alguien no ha tenido relaciones conyugales.123 Es alguien del sexo femenino que está al inicio de su vida adulta. Según la tradición bíblica, el nombre de una persona condensa su identidad, ya que sintetiza el pasado de esa persona en orden a un presente, y anuncia su futuro en función de una determinada misión. El narrador la presenta con su nombre, posteriormente dicho nombre se llenará de sentido al ser pronunciado por el mensajero de Dios (v. 30) que al saludarla por su nombre le consigna su identidad-misión. No se trata de una identificación social o religiosa, más bien se trata de la identificación de un tiempo oportuno que se abre en ella y con ella, pues con su libre adhesión se trasforma en la persona humana clave y protagonista del cambio de época y de la novedad mesiánica que está en marcha. Algunos artistas haciendo referencia a la identidad simbólica de María que refleja y muestra el tiempo nuevo, el tiempo mesiánico, la pintan como la nueva y auténtica sarza ardiente, que arde de celo por la casa de Dios (cfr Sal 69,9), arde sin destruirse, como lo hará el fruto de su vientre, Jesús (cfr Jn 2, 17). 124

En los vv. 28-30, san Lucas afirma que el mensajero de Dios entra en dialogo con la creatura humana María de Nazaret, la saluda con la expresión que a los oídos de la época resuena a las profecías mesiánicas realizadas a la Hija de Sión,125 a quién se la llamaba a la alegría y al gozo, porque él Señor estaba en camino para liberarla de sus opresores. Con este diálogo del mensajero con María, el autor sagrado no pretende que el lector se informe del hecho, de cómo sucedió. Pretende que el lector del Evangelio entre en el misterio que se está revelando. Una primera verdad teológica que descubrimos a través de este texto es que Dios concibe a cada persona humana, representada en la figura de María, como un interlocutor. Aun siendo Dios, omnipotente y omnisciente, decidió venir al encuentro de una joven inexperta e insignificante por su condición femenina, por su edad y por su situación geográfica, a la que el autor no le asignó ni siquiera una casa paterna o un clan de pertenencia. Parafraseando diríamos que María en su tiempo era, ‘un don nadie’. Muchos de nosotros si hubiéramos estado allí nos hubiéramos preguntado, ¿y quién es esta? ¿de dónde salió? ¿quién la conoce? ¿qué merito tiene para haber sido elegida para ser la madre del Mesías? para haber sido la favorecida de Dios (κεχαριτωμένη). ¿Cuál fue la ‘belleza’ de esta joven que cautivó a Dios y atrajo sobre ella su favor? Dejemos que resuene estas preguntas, las iremos respondiendo poco a poco.

Zacarías es el primero que viene interpelado por el mensajero de Dios, a su vez, María es presentada como la primera joven que es interpelada y entra en diálogo con Dios. Ambos son para san Lucas una contrafigura teológica. Zacarías, en tanto es varón, adulto y sacerdote, según la cultura humanística y religiosa de aquel momento, estaba más preparado para comprender y entrar en los misterios de Dios, en cambio, no los entendió, no logró entrar en el misterio, sino hasta que se cumplió lo que le fue anunciado en el templo. Mientras que la jovencita de Nazaret que estaba menos preparada, ya que por su juventud y/o por su condición femenina no podía acceder a las cosas sagradas, ella entra en diálogo con el Dios de Israel, y con su disponibilidad entra en el dinamismo del misterio salvífico. María representa lo frágil, lo débil en la cultura humanista de aquel tiempo, mientras que Zacarías representa lo más fuerte, lo más seguro, lo menos vulnerable. Pero el que tenía todo para reconocer y comprender a Dios, se queda mudo, mientras que María dialoga, interpela, acoge y canta las maravillas que hace Dios. ¿Qué es lo que hace que uno quede mudo y la ‘otra’ cante? El proceso de fe, que no es el proceso de comprensión intelectual del mensaje de Dios, sino la disposición a confiar, a creer que nada es imposible para Dios (v. 37), es la apertura a la novedad y a lo inédito pues sabe que él puede obrar cuando quiere y como quiere (cfr Jn 3,8). Zacarías al estar tan seguro de cómo actúa Dios, como tantos adultos y profesionales de la fe, pudo haber caído en el domesticar a Dios y su proyecto, perdiendo la capacidad de reconocer a Dios en la novedad y en lo inédito de que una esposa anciana pudiera concebirle un hijo.

Por un lado, tenemos que decir que el hecho mismo que María sea humanamente un ‘don nadie’, ratifica lo incondicional y gratuito del amor de Dios, que no depende del mérito humano. Él nos ama y está con el ser humano, porque así lo quiere, porque ama con fidelidad y misericordia, no por lo que le damos, sino por lo que somos ante sus ojos: hijas e hijos muy amados. Amor que fue sintetizado en el capítulo 2 del libro de Oseas y llevado a su máxima expresión en la Cruz de Cristo.

Por otra parte, nos podemos preguntar ¿por qué ella? ¿por qué no fue otra joven, quizás una hija de un sacerdote o sumo sacerdote o de otra casa paterna relevante o de otra ciudad más importante? ¿Porque ella y no otra? Intentando dar respuesta a estas preguntas lógicas y humanas, podemos plantearnos otras como ¿qué es lo que atrae el favor de Dios? ¿Qué es lo que agrada a Dios? La respuesta la encontramos en el libro del profeta Isaías 58, 6b-12, y que posteriormente será condensada en el dogma de la Inmaculada Concepción. Según Isaías el modo de proceder que agrada a Dios es el del justo, que libera a los presos y encadenados injustamente, que da la libertad a los esclavos y a los que son maltratados. El que pone fin a las injusticias, comparte el pan con el hambriento, refugia al pobre y viste al desnudo. Según el profeta quién así vive, brillará como la luz de la aurora, sus heridas serán sanadas, la justicia y la protección de Dios no lo abandonarán, su cuerpo será fortificado y su jardín florecerá como un prado, la risa y el gozo serán sus compañeras. Sabemos, que María fue reconocida por la Iglesia, como la mujer vestida de sol, que tiene la luna debajo de sus pies, y una corona de doce estrellas sobre su cabeza (Ap 12,1), por ende, ella vivió como el justo, que sale de prisa para servir a su parienta Isabel, está de parte de los pequeños y humildes, (cfr Lc 1, 46-55) y se mueve en total disponibilidad para hacer el bien y solucionar las necesidades de los demás (cfr Jn 2, 1-11). Por eso y mucho más, María es imagen ejemplar que educa con su vida, es la imagen acabada de lo que estamos llamados a ser y ejemplo de como podemos acceder a ello. En ella como en una maestra vemos reflejada la ‘meta’ del proceso educativo y la Maestra que nos indica el camino: ‘Hagan lo que él les diga’ (Jn 2, 5).

A partir del v. 28 queda en evidencia que Dios es el que confiere identidad a María, en una escena donde la protagonista es ella y las afirmaciones son del mensajero, por lo tanto, del mismo Dios. Lo que dice el mensajero, lo dice Dios, y si lo dice Dios, goza de la máxima confianza. Por ende, lo que digan los demás sobre María, tiene valor sólo si está en relación a lo que dice Dios de ella. Esto explica el desconcierto de la muchacha ante el saludo del mensajero, pues toma conciencia de quién es el que le habla y por lo tanto de la originalidad y la densidad del saludo que está recibiendo. Este versículo nos ofrece otra clave a la hora de aprender a ser educadores a la manera de María, pues ella aprendió del mismo mensajero, que en el proceso educativo el protagonista es Dios, es su Espíritu. Las demás palabras como la del educador salesiano solo tiene valor si está en función de lo que Dios quiere hacer con esa persona, solo tiene sentido si está en consonancia y en función de lo que Dios le ha dicho. Ningún educador puede pretender ser el protagonista del proceso educativo, sino una simple mediación del Espíritu del Resucitado. Para ello necesitará ‘guardar en su corazón’ como lo hizo María (cfr Lc 2,19) tantas cosas que están aconteciendo en su vida y en la vida de sus educandos hasta que el Señor le permita ver el camino que debe transitar. Mientras tanto está llamado a permanecer en la Palabra y en la búsqueda del Señor, como la esposa del Cantar de los Cantares.

En los v.v 31-35, el mensajero de Dios anuncia a María, la misión que estaba condensada en su nombre: concebirás, darás a luz y le pondrás por nombre Jesús. Ella dialoga con el mensajero, pide explicación acerca de cómo se realizará, presentando su incapacidad, yo no conozco varón (v. 34). No duda que Dios lo puede hacer, le pregunta cómo lo hará, pues sabe que en ella no se dan las condiciones humanas para que acontezca lo anunciado. María aun siendo reconocida por la Iglesia como la figura correlativa a Abraham, ya que de él se ha dicho: “Ha creído contra toda esperanza”, y de ella se ha dicho: “Feliz de ti porque has creído”; contemplándola en los testimonios bíblicos, la descubrimos como una joven deliberativa, que se pregunta internamente el sentido del saludo, e interpela a Dios a través de sus mediaciones, acerca del cómo se realizará lo que le anuncia y promete. En ella la Iglesia contempla el dinamismo creyente de una joven que pone todas sus energías humanas para comprender y hacer suyo lo que Dios le va proponiendo en la historia concreta, en un continuo ejercicio de lectura creyente de los acontecimientos, sean pequeños o grandes. En el v. 35, san Lucas evidencia que el Espíritu Santo, simbolizado en la imagen de la sombra que la acompaña, y de la presencia de Dios que está en ella, hace de María su morada estable, habita en su ser como en un templo. Dicha presencia estimuló en su vientre todos los procesos biológicos necesarios para que pudiera realizar su misión: concebir, dar a luz y colocar el nombre al Hijo de Dios. Esta acción del Espíritu Santo en la joven de Nazaret fue posible por su consentimiento, en tanto acto único y personal de su libertad humana. María sin comprender del todo, como lo atestiguan los textos bíblicos, colaboró con la actividad del Espíritu Santo colocando toda su existencia al servicio de la Persona divina. Como joven activa y comprometida con la realidad de su pueblo y de su Dios, María en el ejercicio de una libertad responsable ofreció su cuerpo y su sensibilidad femenina a modo de cooperación humana con el proyecto de Dios. Podemos decir que ella dijo con su vida, lo que los discípulos dijeron con su voz después de la experiencia pascual, “no tengo plata ni oro, pero todo lo que tengo te doy: en el nombre de Jesucristo el Nazareno, ¡anda!” (Hech 3,6). María permanece en la Iglesia como modelo perfecto de la persona ‘sabia’. Después de pronunciar su ‘fiat’ a través de la fe y haber acogido primero en su corazón y luego en su carne al Hijo de Dios, inició un proceso educativo que la capacitó para acompañar a su hijo hasta la Cruz y a todos los que en la cruz de Cristo se integrarán a la familia de Dios.126

En los v.v 36-37 el autor sagrado ofrece dos datos, uno histórico: “también tu prima Isabel”, y otro teológico: “nada es imposible para Dios”, con los que pone en evidencia la inmersión de María en la fe de Israel. Ésta última, es una frase muy relevante en la historia salvífica de Israel, ya que, esta frase es la que el mensajero de Dios le dijo a Sara en Gn 18, 14. Con esta afirmación, no le está diciendo solamente que nada es difícil para Dios, le está indicando un camino: colócate en la línea de la fe de tu pueblo. Ponte en la fe de Abraham, en la fe por la cual transitaron tus padres. Solemos leer rápidamente e interpretar que, como Dios es todopoderoso va a hacer nacer un hijo de una joven que no tuvo relación genital con ningún hombre, pero el texto trasmite una verdad más honda que no excluye esta última. Es una invitación a ponerse en el dinamismo de sus patriarcas, en el origen de su pueblo que comenzó con un nada es imposible para Dios (cfr Gn 18, 14) que dio a luz un hijo al que puso por nombre Isaac, que significa: Dios me hizo sonreír.

La respuesta que María da al emisario de Dios en el v. 38, Yo soy la servidora del Señor, aparentemente es contradictoria al modo como el ángel la trata, pues él se dirige a la joven de Nazaret con el trato digno de una gran Señora: ¡Salve! En la actualidad diríamos que fue un trato digno de la reina madre, pues para el mundo judío el saludo que el mensajero le dirigió es el saludo que se le dirige a la Gebira 127 que, a su vez, es correlativo al modo como su parienta Isabel se dirige a María: “¿De dónde que venga a mí la madre de mi Señor?” (v. 43).

La relevancia de María está dada por la acogida de la Palabra de Dios, que fue recibida a tal punto que en su seno se hizo carne, como hijo suyo e Hijo de Dios. La respuesta de María es de adhesión a la identidad que el mensajero le indicó como misión. Su disponibilidad a Dios, nada tiene que ver con sumisión esclavista, sino con adhesión libre y amorosa al querer del Dios de su pueblo. Es una respuesta no desde sus fuerzas personales, sino desde la confianza en él que le ha dado este don vocacional, esta identidad: de madre del Señor. Para la teóloga española M. Navarro él si de la joven de Nazaret fue posible porque entre Dios y María hay un hablar común: los dos dicen lo mismo en cuanto tienen el mismo deseo profundo. Dios desde su eternidad; María en el tiempo. Para la autora, el hecho que Dios y María tengan el mismo deseo significa que tienen el mismo Espíritu cuyo origen e identidad es divina, pero que habita en el tú de María e hizo posible que ambos pronunciaran la misma Palabra: el Hijo en la historia, pues ambos engendraron, uno en la humanidad y el Otro en la divinidad.128

El teólogo De Lubac afirma que los textos acerca de la búsqueda del Esposo contenida en el Cantar de los Cantares, se adapta mejor a María, justamente porque en ella se realiza la perfección de la búsqueda y del deseo. María es modelo de la Iglesia joven que busca y contempla a Dios en todo lo que hace y dice, así como una joven enamorada llena de vitalidad busca a su amado 129. Por eso el educador salesiano, es una persona que está en constante búsqueda de Dios y de su voluntad, por eso como hombre y mujer sabia es capaz de sintonizar con el Espíritu y percibir sus signos en la historia. Como María que pre-ve; ve antes, intuye la presencia y la voluntad de Dios antes de saber y comprender, es capaz de pre-sentir, sentir antes que los sentidos naturales lo perciban. En el amor, María ‘sabe’ antes de comprender; su ojo materno mira y ve aquello que no es visible a los ojos de los demás. Es la vivencia de su capacidad femenina potenciada por la Ruah de Dios, la que la hace capaz de intuir, anticipar y pre-ver el Reino que Dios quiere instaurar mediante su ‘sí’. Sin saber del todo como será posible actúa dando su consentimiento. Así la presenta el evangelista san Juan en el relato de las Bodas de Caná, como la mujer que pre-vé la hora del Hijo.130 Acogiendo el Espíritu Santo María realiza en sí misma la esperanza teologal, en la forma más plena y densa. Se hace terreno del advenimiento de la promesa divina, lugar en el cual y a través del cual, el mañana de la Gracia viene a colocar su tienda haciéndola Arca de la nueva alianza. La pedagogía salesiana es la pedagogía del corazón, pues brota de un corazón enamorado por Dios y sintoniza con el mismo Dios que habita en el corazón de joven a quién se dirige. La pedagogía salesiana es semejante a las entrañas de madre que se mueve y se conmueve hasta que todos sus hijos estén sanos y seguros en la casa del Padre. El educador cual madre premurosa no aprisiona a sus hijos junto a si, los deja libres y los ayuda a ejercitar la voluntad para que ellos en el sano uso de su libre albedrio conozcan y emprendan el desafiante y apasionante camino hacia la casa paterna.

El ‘si’ de María, hecho absolutamente personal y creatural que dio inicio al proceso biológico por el cual él Hijo de Dios se hizo hombre, se dio en virtud de la presencia del Espíritu Santo que algunos autores señalan como el deseo en sentido propio, el deseo con mayúscula, que habitando en María realizó la unidad entre el Padre Creador y la joven de Nazaret, haciéndola capaz de ser la Theotókos, la Madre de Dios. El Espíritu por voluntad del Padre, en la Concepción Inmaculada de María anticipó sobre ella los efectos de la gracia redentora de Cristo, donándole un deseo de trascendencia, que la hizo capax Dei, capaz de reconocer a Dios en lo inédito y responder a su voluntad salvífica y autocomunicativa, así como fueron capacitados todos los que después de la Pascua de Cristo se abrieron a su Espíritu.131 Esta presencia del Espíritu Santo en María, desde el inicio de su existencia, no hizo de su respuesta un acto menos ‘personal’ y libre; como si hubiera sido ‘manipulado’ por Dios; sino más bien, es Dios que vuelve a colocar las premisas necesarias, ontológicamente hablando, para que la libertad de los seres humanos exista y pueda entrar en el juego dialógico de la gracia.132

El Dios que se autorrevela y entra en diálogo con María no tiene nada que ver con una ‘divinidad’ que busca la pasividad de la creatura sino que es el Dios, Uno y Trino que crea las posibilidades para que se dé un auténtico diálogo salvífico entre Creador y creatura, que le permite a esta última ir más allá del determinismo fatídico de la historia encerrada en sí misma. Se trata del Dios que se revela en la historia, creando un ser espiritual y personal que tenga la potencia oboedientialis, es decir, que tenga la capacidad de recibir lo que Dios nos quiere comunicar.133 Dios abre la historia, condensada en la joven María de Nazareth, a horizontes insondables para el ser humano; lo realiza habitando en ella (cfr. v. 35), de tal modo que solo le es factible al omnipotente y Creador. Inhabitación que le permite a María ser en plenitud lo que es, una joven mujer, y responder como tal; a su vez, le permite a Dios seguir siendo Dios, el todo Santo. El principio antropológico, Gegen-satz, ‘solo un yo puede ser un tú para el otro’ permanece en constante tensión con el otro principio, Grundsatz, ‘el yo es gracias al otro’.134 Solo quién ‘sabe’ quién es, está en condiciones de reconocer al otro y abrirse a acogerlo; más aún solo quién se posee a si mismo es capaz de donarse, de ponerse totalmente en las manos de otro sin dejar de ser el que es, sin perder su identidad y autonomía, y ser capaz de autodeterminarse en función del bien del otro. Dios es el único que se posee a sí mismo en plenitud, y puede autodeterminarse en función de la salvación del ser humano sin dejar de ser Dios.135 Por lo tanto, concluyo que es por participación en lo que le es propio a Dios que María se constituye en la joven mujer que se autodefine,136 pues reconoce, yo diría ‘intuye’ su identidad más profunda, y desde el poseerse a sí misma reconoce al totalmente Otro, presente en ella y en su historia. Lo acoge con su libertad juvenil y femenina, haciendo posible que el Espíritu del Padre y del Hijo, hiciera ‘Santo’ al fruto de su vientre (cfr Lc 1,35).137 Es justamente por participación en dicho don del Espíritu Santo que la joven de Nazaret, es capaz de autoposeerse y autodeterminarse en función de su Dios y de su pueblo, pronunciando el sí humano que activó el proceso biológico y teándrico de la Encarnación del Hijo de Dios.

El sí de María fue una concretización libre del acto fundamental de su ser, una consagración realizada por el Espíritu Santo que permaneció intrínsecamente unida a su libre autodeterminación. Su no comprender del todo lo que estaba sucediendo o por suceder, no excluyó que su experiencia no reflexionada y trascendente de Dios y de sí misma fuera toda orientada a su ‘singularísima’ relación con el Hijo de Dios, y desde él con toda la Trinidad. Basta recordar su pregunta llena de estupor: ¿Cómo sucederá esto? y su respuesta creyente: Hágase en mi según tu palabra (cfr Lc 1, 34.38).

En síntesis: María es el modelo que todo ser humano y particularmente los jóvenes, tiene necesidad de tenerlo delante de sí, no para copiarlo o imitarlo, sino para inspirarse en su modo de vivir, contemplando en ella lo que un ser humano puede llegar a ser cuando decide entrar en el dinamismo de Dios. En tanto no se viva por una causa, no se entenderá lo que significa la presencia viva y activa de María en la vida de tantos santos, especialmente de don Bosco y de M. Mazzarello. María no es un cuadro en la pared del dormitorio o una estatua en la Iglesia, sino una presencia viva, que da una mano a los que ‘sufren’ por vivir sus ideales de justicia, de paz y de búsqueda de una vida mejor para todos. María tiene que ser vista y presentada como joven mujer, libre y responsable de sus actos: su ‘sí y su colaboración en la Historia de la salvación es el gran signo de libertad y responsabilidad planteado en el tiempo; signo elocuente para todos los que sueñan con un mundo más humano, más de Dios y de su Reino. María no es solo una expresión concreta de la cercanía de Dios en la lucha por la vida, sino también un modelo, concreción de algunos valores decisivos para todos los creyentes, particularmente para los jóvenes de ayer y de hoy. El mundo necesita jóvenes y educadores contemplativos, al estilo de María, capaces de preguntarse y meditar acerca del hacia dónde va la humanidad, donde está y que nos está diciendo Dios en los acontecimientos de este tiempo; jóvenes y educadores capaces de comprometer todos sus potenciales en la búsqueda y en la construcción del bien común y la amistad social (cfr FT nº2), un mundo sostenible que incluye y no excluye a los más débiles del sistema. Jóvenes comprometidos en la lucha contra el mal y sus expresiones; audaces y generosos que no le tienen miedo a la cruz, porque saben que Dios es más grande y más fuerte que la muerte.

109 P. Cavaglià, El sistema preventivo en la educación de la mujer. Experiencia pedagógica de las Hijas de María Auxiliadora, Madrid, CCS 1999, 28.
110 Cfr C. Colli, Ispirazione mariana del Sistema Preventivo, Roma, LAS 1980.
111 Cfr S. De Fiores, Maria sintesi di valori. Storia culturale della mariologia, Milano, San Paolo 2005, 254-256.
112 Cfr Colli, Ispirazione mariana del Sistema Preventivo, 5-8.
113 Cfr MB XVIII, pp. 340-341.
114 Cfr MB I, pp.123-126; 244;305;382;424-426.
115 Cfr MB II, pp. 243-245;298-300;342;406; MB III, pp. 32-36.
116 Cfr MB XIII, pp.536; MB XIV p. 608; MB XVIII pp.73-74.
117 Cfr MB XVIII pp.73-74.
118 A. Giraudo, Gli appunti di predicazione mariana di don Bosco. Edizione critica, en «Ricerche storiche salesiane» 72/1 (2019) 120-121.
119 E. Viganò, Maria rinnova la Famiglia Salesiana di Don Bosco, en «Atti del Consiglio Superiore» 59 (1978) 289, 30.
120 Cfr A. Silva Castillo, María y el Espíritu Santo, Montevideo, LEA 2021, 48.
121 Cfr A. Valentini, Maria secondo le Scritture. Figlia di Sion e Madre del Signore, Bologna, EDB 2007, 89-105.
122 Este acontecimiento, sucedió el sexto mes de la concepción de Juan Bautista, dato ofrecido por la lectura sincrónica del mismo Evangelio de Lucas, que en el v. 45 afirma que la parienta Isabel está en el sexto mes de su embarazo, y en los vv. 8-10 ubicó la concepción del Bautista en tiempos en que Zacarías oficiaba como sacerdote en el templo de Jerusalén, más concretamente cuando le tocaba el turno a su grupo de sacerdotes, y específicamente a él ofrecer incienso en el sancta santorum de templo, pues le correspondía una semana a cada grupo de sacerdotes, cfr 1º Cro 24,19¸2º Cro 23,8.
123 Esta expresión griega utilizada en el evangelio de Lucas y en el de Mateo (Mt 1,23) precisa la expresión hebrea Almah (Is 7,14b) que designa a una doncella, es decir, una muchacha que por la costumbre cultural y religiosa de la época ha adquirido el compromiso matrimonial pero aún no lo ha consumado. Esto no contradice la reflexión católica acerca de la Virginidad perpetua de María, sino que ofrece un elemento más que es tomado por la Tradición y el Sensus fidei de la Iglesia.
124 A. Silva Castillo, Il volto di Maria nelle Circolari di Madre Yvonne Reungoat Superiora Generale delle FMA 2008-2020, Roma, Instituto HMA 2020, 10.
125 Figura simbólica que representa al pueblo elegido por Dios a quienes los profetas anunciaron la venida del Mesías y llamaron al gozo en el Señor, cfr Sof 3,11. 14-15; Is 12,6; Zac 9,9.
126 Cfr A. Serra, Maria nell’educazione. Le coordinate biblico-teologiche, en M. Dosio – M. Gannon – M.P. Manello (Eds.),, «Io ti darò la maestra…» Il coraggio di Educare alla scuola di Maria. Atti del Convegno Mariano Internazionale promosso dalla Pontificia Facoltà di Scienze dell’Educazione «Auxilium», 27-30 dicembre 2004, Roma, LAS 2005.
127 Elegida por Dios para regir la nación. “Vacíos en Israel quedaron los poblados, vacíos hasta tu despertar oh Débora, hasta tu despertar, oh madre de Israel”. (Jueces 5,7), cfr Valentini, Maria secondo le Scritture, 79-87.
128 Cfr M. Navarro Puerto, María, la mujer. Ensayo psicológico-bíblico, Madrid, Publicaciones Claretianas 1987, 77.
129 Cfr H. De Lubac, La Iglesia y la Virgen María, en Meditación sobre la Iglesia, Bilbao, Desclée De Brouwer 4 1964, 328.
130 Cfr B. Forte, María, mujer icono del misterio. Ensayo de mariología simbólico narrativa, Salamanca, Sígueme 1993, 271-273.
131 “Autocomunicación divina significa, que Dios puede comunicarse a sí mismo a lo no divino, sin dejar de ser la realidad infinita y el misterio absoluto, y sin que el hombre deje de ser el ente finito, distinto de Dios” (K. Rahner, Curso Fundamental sobre la fe. Introducción al concepto de cristianismo, Barcelona, Herder 1979, 151).
132 Cfr H. Rahner, L’homo ludens, = Biblioteca di cultura religiosa 9, Brescia, Paideia 1969, 31-46.
133 Cfr K. Rahner, La Trinità, = Biblioteca di Teologia Contemporanea 102, Brescia, Queriniana3 1998, 88-89.
134 Cfr W. Pannenberg, Antropologia in prospettiva teologica, = Biblioteca di teologia contemporanea 51, Brescia, Queriniana 1987, 205-211.
135 “Mediante la autocomunicación [divina] no se suprime, ni se niega lo dicho antes sobre la presencia de Dios como el misterio absoluto y esencialmente inabarcable […] Dios sigue siendo Dios […] el hacia dónde que posibilita y sustenta por sí mismo dicha acción. Dios sigue siendo el santo […]” (Rahner, Curso Fundamental sobre la fe, 151).
136 E. Johnson, Vera nostra sorella. Una teologia di Maria nella comunione dei santi, = Giornale di Teologia, 313), Brescia, Queriniana 2005, 77.
137 Cfr Y. Congar, Credo nello Spirito Santo, = Biblioteca di Teologia Contemporanea 98, Brescia, Queriniana 21998, 606.

Ponente

Foto da Ir. Adriana Silva

Sor Adriana Silva

Horario y lugar

  • 31 de Agosto, 2024
  • 14:45 - 15:30
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