Discurso de clausura del Vicario del Rector Mayor

1 de septiembre, 202409:00 - 10:00Auditorio

La devoción mariana desde la perspectiva de Don Bosco

Con alegría tomo la palabra en este Congreso Mariano, después de lo que hemos escuchado y vivido, para reafirmar un acto de compromiso personal e institucional, según el corazón de Don Bosco y la Fe de la Iglesia. Cerremos estos días con uno de los aspectos espirituales que Don Bosco comprendió y vivió como importante a nivel personal y como calificativo de su obra: la devoción mariana. Encomendémonos a las manos maternales de María. Aquí, ahora, en este lugar santo de la presencia de María, pidámosle que haga fecundo en nuestras vidas lo que aquí vivimos, rezamos y escuchamos.

Por eso, mi palabra, después de lo que hemos escuchado y vivido, es recordar, empezando por el principio. Recordar es importante: significa reconocer que esto no es nuestro, nos ha sido confiado y debemos transmitirlo a otras generaciones.

Con gran sencillez, me presento a mí mismo y a cada uno de nosotros algunos aspectos centrales de la Presencia de María en Don Bosco, de su devoción y de la nuestra.

1. Empecemos por el principio: María en los escritos de Don Bosco.

La dama «de aspecto majestuoso, vestida con un manto todo resplandeciente en cada parte», descrita en el sueño de los nueve años que tanto hemos meditado y reflexionado en este Bicentenario del Sueño, es la Virgen amada por la tradición popular y la devoción común. Don Bosco destaca sobre todo su bondad maternal. Esta representación es la más acorde con su espíritu, que le acompañará hasta el último suspiro de su vida.

Las Memorias del Oratorio recuerdan muchos de los aspectos y devociones típicos de la religiosidad popular: rosario familiar, Ángelus, novenas y triduos, invocaciones y jaculatorias, consagraciones, visitas a altares y santuarios, fiestas marianas (Maternidad, Nombre de María, Nuestra Señora del Rosario, Nuestra Señora de los Dolores, Nuestra Señora de la Consolación, Inmaculada Concepción, Nuestra Señora de Gracia…). Atención: cuando decimos aspectos típicos de la religiosidad popular, no estamos diciendo algo fácil o «automático». La religiosidad popular es la quintaesencia, el concentrado, de siglos de experiencia que se nos transmite como un don, del que debemos apropiarnos.

Durante sus estudios en Chieri surgen nuevos elementos que vinculan la devoción mariana a las opciones espirituales del joven Bosco, sobre todo a la maduración de su vocación y a la consolidación de las virtudes que forman a un buen seminarista. La Madonna del seminario es la Inmaculada Concepción (en todos los seminarios piamonteses, y en aquellos influidos por la tradición lazarista, la capilla está dedicada a la Inmaculada Concepción desde el siglo XVII).

Este es, de hecho, el aspecto que caracteriza la piedad mariana del joven Don Bosco (formado en la escuela de San Alfonso): «la verdadera devoción se expresa sobre todo en una vida virtuosa, garantiza el patrocinio más poderoso que se puede tener en la vida y en la muerte».

También escribió en El joven educado, en 1847: «Si sois sus devotos, además de colmaros de bendiciones en este mundo, tendréis el paraíso en el otro».

Sin embargo, fue en el opúsculo El mes de mayo consagrado a María Santísima Inmaculada para uso del pueblo (1858), donde el santo situó explícita e insistentemente la devoción mariana popular y juvenil en un contexto que enfatizaba el serio compromiso concreto de una vida cristiana vivida con fervor y amor.

«Tres cosas para practicar durante todo el mes: 1) Hacer todo lo posible para no cometer ningún pecado durante este mes: que sea enteramente consagrado a María. 2) Entregarnos con gran solicitud al cumplimiento de los deberes espirituales y temporales de nuestro estado…. 3) Invitar a nuestros parientes y amigos y a todos los que dependen de nosotros a participar en las prácticas piadosas que se realizan durante este mes en honor de María.»

Otro tema, heredado de la tradición devocional, es el vínculo entre la devoción mariana y la salvación eterna: «Puesto que el ornamento más hermoso del cristianismo es la Madre del Salvador, María Santísima, me dirijo a ti, oh clementísima Virgen María, seguro de adquirir la gracia de Dios, el derecho al Paraíso, de recobrar en suma mi dignidad perdida, si pides por mí: Auxilium christianorum, ora pro nobis». Don Bosco está convencido de que María interviene como eficaz abogada y poderosa mediadora ante Dios.

Diez años más tarde (1868), para la inauguración de la Iglesia de María Auxiliadora, el santo escribe y distribuye un opúsculo titulado Maravillas de la Madre de Dios, invocada bajo el título de María Auxiliadora. En esta pequeña obra se subraya la dimensión eclesial, sobre la que Don Bosco fue abriendo cada vez más los ojos y orientando sus preocupaciones misioneras y educativas.

Los títulos Inmaculada y Auxilio de los cristianos, en el contexto eclesial de la época, evocan luchas y triunfos, el «gran choque» entre la Iglesia y la sociedad liberal. Hay una lectura religiosa de los acontecimientos políticos y sociales, en línea con la reacción católica frente a la increencia, el liberalismo y la descristianización.

 

Para sus jóvenes y sus Salesianos, sin embargo, Don Bosco sigue subrayando sobre todo la dimensión ascético-espiritual y apostólica de la piedad mariana. En efecto, la práctica del mes de María y de las diversas devociones pretende suscitar en los jóvenes la decisión de comprometerse más en sus deberes, en el ejercicio de las virtudes, en el ardor ascético (mortificaciones en honor de María), en la caridad esforzada y en el apostolado generoso entre sus compañeros.

En otras palabras, Don Bosco tendía a dar a la Inmaculada Concepción y al Auxilio de los Cristianos un papel decisivo en la obra educativa y formativa y a valorar, en el clima de fervor mariano de la época, los ejercicios virtuosos y las prácticas devotas para llevar una vida de purificación del pecado y del afecto a ella y de creciente totalidad en el don de sí a Dios.

En otras palabras: lucha contra el pecado y vuelta hacia Dios, santificación de sí mismo y del prójimo, servicio de la caridad, fuerza para llevar la cruz y compromiso misionero. Estas son las señas de identidad de una devoción mariana que tiene muy poco de devocionalismo o sentimentalismo (a pesar del clima de la época y de los gustos populares, que Don Bosco valoraba en cualquier caso).

¡Qué recorrido en Don Bosco y en el hombre de fe, Don Bosco! Entre lo que lleváis en el corazón, quisiera subrayar: también nosotros debemos caminar en la devoción. No se puede estar quieto; si no se avanza, se retrocede… ¡y nadie puede hacerlo por mí!

2. María en la vida de Don Bosco, expresiones cotidianas de la devoción de Don Bosco y de nuestra devoción

1. El sentido de una presencia

En la vida de Don Bosco, María es una presencia percibida, amada, activa y estimulante, orientada hacia la gran empresa de la salvación eterna y de la santidad. La sintió cercana y se confió a ella, dejándose guiar y conducir por los caminos de su vocación (soñaba con ella; la «veía»).

En Nizza Monferrato, en junio de 1885, Don Bosco estaba en el salón con las madres capitulares de las Hijas de María Auxiliadora, con voz muy cansada. Le pidieron que les dejara un último recuerdo. «Ah, así que queréis que os cuente algo. Si pudiera hablar, ¡cuántas cosas me gustaría deciros! Pero soy viejo, un viejo decadente, como podéis ver; me cuesta incluso hablar. Sólo quiero decirte que la Virgen te quiere mucho, mucho. Y, como sabéis, está aquí entre vosotros -. El P. Bonetti, viéndole embargado por la emoción, le interrumpió y comenzó a decir, para distraerle: – ¡Sí, es verdad, es verdad! Don Bosco quiere decir que la Virgen es tu Madre y que vela por ti y te protege.

  • No, no, volvió a decir el santo, quiero decir que la Virgen está realmente aquí, en esta casa, y que está contenta con vosotros, y si seguís con el espíritu de ahora, que es lo que quiere la Virgen… – El buen Padre se puso más tierno que antes y el P. Bonetti volvió a tomar la palabra: – ¡Sí, es verdad, es verdad! Don Bosco quiere decir que si eres siempre bueno, la Virgen estará contenta contigo.
  • No, no, se esforzó en explicar Don Bosco, tratando de controlar su emoción. Quiero decir que la Virgen está realmente aquí, ¡aquí entre vosotros! La Virgen se pasea por esta casa y la cubre con su manto. – Mientras decía esto, extendía los brazos, levantaba las pupilas llorosas y parecía querer convencer a las Hermanas de que veía a la Virgen pasearse como si estuviera en su casa.

Era una presencia activa que la acompañaba, apoyaba, guiaba y animaba: «Os daré el maestro bajo cuya guía podréis llegar a ser sabios, y sin el cual toda sabiduría se convierte en necedad». Una presencia que nos anima a vivir conscientemente en presencia de Dios en una tensión de totalidad: «Al pensamiento de Dios presente / haz que labios, corazón, mente / sigan el camino de la virtud / Oh gran Virgen María / Sac. Gio Bosco» (oración escrita por el santo al pie de una de sus fotografías).

Espléndido y esencial: ¡lo que no es una presencia viva en mi vida es una ausencia! El sentido de la Presencia, de la Providencia de Dios, de la acción de María. Un camino continuo para cada uno de nosotros y para todos juntos como Familia Salesiana.

2. La energía de la misión

Don Bosco vinculó estrechamente a María con su vocación y su ministerio. Es bueno volver a la presentación que Don Bosco hace de su sueño a la edad de nueve años: «Me tomó de la mano con bondad – mira – me dijo…. Aquí está tu campo, donde debes trabajar. Hazte humilde, fuerte, robusto; y lo que ahora ves que les pasa a estos animales, debes hacérselo a mis hijos». Esta es la misión de salvación/transformación/formación de los jóvenes, mediante la prevención, la educación, la evangelización y un sólido conjunto de virtudes en el educador.

El Hijo de María enseña su método y su objetivo: «No es con golpes, sino con dulzura y caridad como debéis ganar a estos amigos vuestros. Ponte a instruirlos en la fealdad del pecado y en la preciosidad de la virtud».

El relato hecho en 1873-74 de este sueño inspirador se relaciona con otros muchos relatos de intervenciones interiores e inspiraciones (sueños) en los que nuestro santo atribuía a María un papel de animación, guía y apoyo a su deseo y celo por la misión de la salvación de los jóvenes.

En este contexto, es necesario situar e interpretar lo que Don Bosco reconocía como intervenciones prodigiosas de María: las «gracias» (espirituales y corporales) concedidas a las personas, su poderosa protección del Oratorio y de la naciente Familia Salesiana y su prodigioso desarrollo en beneficio de las almas.

Gracias personales, realización de la especial presencia de Dios, por intercesión de María, que guía providencialmente la existencia personal e institucional. Si no te das cuenta de la Presencia, estás a merced del azar.

 

3. Estímulo a la santidad

Don Bosco vivió la devoción mariana como estímulo y apoyo en la tensión hacia la perfección cristiana. Desde la misma perspectiva, la inculca sabiamente a los jóvenes para promover en ellos la vida cristiana y estimular su deseo de santidad.

Valorizando la sensibilidad de sus muchachos y los gustos populares de su piedad, Don Bosco supo transformar la tendencia devocional, marcada por el sentimiento romántico, en un poderoso instrumento de formación espiritual (animar, corregir, guiar).

María nunca nos deja donde nos encuentra. Como al comienzo de las Señales en el Evangelio de Juan, sabe que debemos ser guiados, acompañados… por un itinerario preciso: haz lo que te dice y llegarás adonde yo te espero, nos dice Don Bosco. Ver lo invisible.

3. Identidad salesiana y devoción mariana

Para terminar, me limitaré a compartir lo que vivimos como hermanos y lo que está en el centro de nuestra vocación. Me gusta terminar con esta parte porque es la columna vertebral de mi vida y de la nuestra. Si hace tanto bien a mí, a nosotros, sin duda hará bien a todos.

En primer lugar, las Constituciones, que nos perfilan los aspectos que caracterizan nuestra devoción mariana. El artículo 8 (situado en el primer capítulo, relativo a los elementos que garantizan la identidad de la Congregación Salesiana) resume el significado de la presencia de María en nuestra Sociedad: Ella indicó a Don Bosco su campo de acción, le guió y apoyó constantemente, y continúa su misión entre nosotros como Madre y Auxilio de los cristianos: «Nos confiamos a Ella, la humilde sierva en la que el Señor ha hecho grandes cosas, para que seamos testigos entre los jóvenes del amor inagotable de su Hijo».

El artículo 92 presenta el papel de María en la vida y en la piedad del salesiano: modelo de oración y de caridad pastoral; maestra de sabiduría y guía de nuestra familia; ejemplo de fe, de solicitud por los necesitados, de fidelidad a la hora de la cruz, de alegría espiritual; nuestra educadora a la plenitud de la entrega al Señor y del servicio valiente a los hermanos. De ahí una devoción filial y fuerte, que se expresa en la oración (el rosario diario y la celebración de sus fiestas) y en la imitación convencida y personal.

La mejor síntesis, sin embargo, se encuentra, en mi opinión, en la Oración de Encomienda a María Santísima Auxiliadora, que se recita diariamente en cada una de nuestras comunidades después de la meditación. Fue el P. Rua quien la compuso en 1894, como expresión de consagración diaria en el compromiso de fidelidad y generosidad. Ha sido revisado, pero conserva el mismo esquema que el antiguo y el mismo contenido. He aquí el texto original:

«Santísima e Inmaculada Virgen Auxiliadora, nos consagramos enteramente a ti y prometemos trabajar siempre para la mayor gloria de Dios y la salvación de las almas.

Te pedimos que dirijas tu mirada compasiva sobre la Iglesia, sobre su augusta Cabeza, sobre los sacerdotes y misioneros, sobre la Familia Salesiana, sobre nuestros parientes y bienhechores y sobre los jóvenes confiados a nuestros cuidados, sobre los pobres pecadores, los moribundos y las almas del purgatorio.

Enséñanos, tiernísima Madre, a copiar en nosotros las virtudes de nuestro Fundador, especialmente la modestia angélica, la profunda humildad y la ardiente caridad.

Haz, oh María Auxiliadora, que tu poderosa intercesión nos haga victoriosos contra los enemigos de nuestras almas en la vida y en la muerte, para que seamos tu corona con Don Bosco en el Paraíso. Así sea.

Como se ve, la versión actual retoma simplemente el texto del P. Rua con algunos desarrollos. Creo que es bueno volver a él de vez en cuando y meditarlo. El texto está estructurado en cuatro partes: promesa; intercesión; docilidad; entrega.

La primera parte (Santísima) recuerda la finalidad última de nuestra consagración, prometiendo orientar todas nuestras acciones únicamente al servicio de Dios y a la salvación del prójimo, en fidelidad a la esencia de la vocación salesiana.

La segunda parte (Te lo pedimos) sintetiza el sentido eclesial, salesiano y misionero de nuestra consagración, confiando a la intercesión de María la Iglesia, la Congregación y la Familia Salesiana, los jóvenes, especialmente los más pobres, y todos los hombres redimidos por Cristo. Aquí se perfila claramente la pasión que debe alimentar y caracterizar la oración salesiana: universalidad, eclesialidad, espíritu misionero juvenil.

La tercera parte (Enséñanos) se centra en las virtudes que caracterizan al típico discípulo salesiano de Don Bosco: se coloca en la escuela de María para crecer en la unión con Dios, en la castidad, en la humildad y en la pobreza, en el amor al trabajo y en la templanza, en la caridad ardiente (bondad y entrega sin límites a los hermanos), en la fidelidad a la Iglesia y a su Magisterio.

En la última parte (Haz, oh María Auxiliadora), se cuenta con la intercesión de la Virgen Auxiliadora para obtener la fidelidad y la generosidad en el servicio de Dios hasta la muerte y la admisión en la comunión eterna de los santos.

Esta excelente síntesis, que contiene un programa completo de vida espiritual y traza los rasgos fisonómicos de nuestra identidad, puede servirnos hoy de referencia y de esquema concreto para el examen y la planificación espirituales. ¡Y que así sea para cada uno de nosotros!

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